El Centro para la Defensa del Consumidor, el Poder del Consumidor en México y la Confederación OXFAM, realizaron una investigación sobre volatilidad de precios en C.A.
San Salvador, 7 de diciembre de 2011, a lo largo del presente año el Centro para la Defensa del Consumidor, el Poder del Consumidor en México y la Confederación OXFAM, han realizado una investigación sobre la volatilidad de precios en la región centroamericana.
A continuación algunos hallazgos encontrados:
A la fecha no existe unanimidad acerca de los elementos que están involucrados en el alza de precios de los alimentos a nivel mundial, y si bien existe un entendimiento mínimo en la categorización de las causales – estructurales y coyunturales- aún existe mucha polémica y argumentos encontrados en relación a las razones fundamentales que ocasionaron la crisis de precios del 2008.
Entre las causas de la crisis con relación a la demanda, se pueden mencionar principalmente: el incremento de la demanda de energía en el mundo, la desviación de la demanda de productos agrarios como energéticos (agro combustibles), entre otros. En cuanto a la oferta, deben tomarse en cuenta tanto los límites actuales de la frontera agrícola mundial como la producción y la demanda de cereales secundarios para la fabricación de agro combustibles.
Como muestras de la inflación del precio de los alimentos a partir de 2006, se ha reducido su demanda un 26% en Nicaragua, 13% en El Salvador, 8% en Honduras y 6% en Guatemala. La reducción en la calidad nutricional causada por racionar los alimentos, afecta especialmente a menores de 5 años, embarazadas y mujeres en período de lactancia. La vulnerabilidad de los países del área ante los vaivenes del precio internacional de los alimentos es consecuencia directa de la pérdida progresiva de soberanía alimentaria en el marco del auge económico neoliberal.
Ningún país de la región es capaz, con su producción, de satisfacer la demanda local total de granos básicos De 1995 a 2008, la dependencia de arroz importado experimentada por Honduras y El Salvador se incrementó en un 46% y un 40% respectivamente. La dependencia de la importación en Guatemala, presenta un crecimiento del 24%. Nicaragua, el país con los mayores niveles de productividad en este sector, posee una dependencia de importaciones del grano 15% más alta que en los años 90.
En el mismo período de tiempo, El Salvador pasó de depender en un 1% de importaciones de frijol para suplir la demanda total, a un 25%. Honduras pasó de tener suficiente producción interna para suplir la demanda nacional, a depender de las importaciones en un 11%. Guatemala ha pasado de depender en un 2% de las importaciones, a un 6%. En Nicaragua, la dependencia de importación ha disminuido de un 7% a un 5%.
El consumo interno de este grano en El Salvador tiene una dependencia del 42% de las importaciones. Honduras pasó de ser autosuficiente en la producción de maíz (1995) a depender de las importaciones en un 31%. En Nicaragua, la dependencia de las importaciones llega a un 25%. Guatemala presenta una dependencia de importaciones de maíz de 1.7%.
Una investigación del Programa Especial para la Seguridad Alimentaria (PESA) en 2010, muestra que las condiciones de vida de pequeños productores de la región se han visto impactadas por la reorientación de las producciones agrícolas a mercados urbanos en expansión, por la reducción progresiva del acceso a la tierra, por la diversificación de actividades laborales hacía sectores no agrícolas, por el cambio climático y por la condición de pobreza extrema.
Tomando como referencia que el salario mínimo del sector comercio y servicios de El Salvador sólo alcanza a cubrir el 65% de la canasta básica alimentaria en ese país y dado que las condiciones alimentarias de los países en estudio son hasta cierto punto similares, se infiere que el encarecimiento de los productos de dicha canasta golpea fuertemente la economía de las familias de todos los países en estudio, en especial, a aquellas de escasos recursos. Este escenario se recrudece para las personas que habitan en las zonas rurales (y más si son mujeres), ya que en muchas ocasiones no cuentan con un ingreso monetario fijo al estar supeditados al empleo generado por fincas, haciendas u otras propiedades privadas de la zona.
Así, la crisis económica y la actual escasez de alimentos han llevado a las familias tanto urbanas como rurales a buscar alternativas ante el encarecimiento de los productos esenciales, siendo las principales: disminuir la cantidad de alimentos que normalmente se consumen, comprar alimentos de menor calidad (eligiendo marcas más baratas o cambiando el lugar de adquisición), aumentar las horas de trabajo, incorporar a los hijos e hijas en las actividades laborales, recortar otros rubros de gastos, adquirir deudas, entre otras. Esto hace que se deteriore el nivel nutricional de la población, no se tenga tiempo para el ocio, se consuman menos alimentos saludables, se incremente el sector informal, se propicie la deserción escolar, etc. Todo esto impacta directa y negativamente en el desarrollo humano de la región.
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Investigación: Estudio sobre volatilidad de precios |